LOS INVITADOS A CENAR


     Todos sabemos que en nuestras aulas existen alumnos con diferentes capacidades, motivaciones, intereses y gustos. Algunos están más motivados hacia el aprendizaje, otros se sienten obligados a estar en el aula, hay otros que quieren pero no pueden, otros que pueden pero no quieren, etc. En esta heterogeneidad debe estar siempre presente la equidad e igualdad pedagógica como respuesta a un currículo abierto y flexible que garantice la adaptación de los "ingredientes currículares" a las "dietas académicas" de nuestros alumnos. Bajo el paraguas de la llamada atención a la diversidad se resguardan innumerables estrategias que los docentes debemos emplear para "alimentar" adecuadamente al alumnado. 


Me permito aquí adaptar un texto recogido por el profesor Pere Pujolás que aparece en su libro Aprender juntos alumnos alumnos diferentes, Ed. Octaedro, 2004. 

LOS INVITADOS A CENAR
     Érase una vez un hombre muy respetado que sabía cocinar muy bien. Un día se encontró con un viejo conocido a quien no veía desde hacía mucho tiempo y, como tenía previsto celebrar al día siguiente una cena con un grupo de amigos y amigas que también lo conocían y que tampoco sabían nada de él desde hacía muchos años, lo invitó a cenar.

SIN POSIBILIDAD DE CENAR
El hombre era buen cocinero y preparó una cena espléndida: entrantes variados, guisos de toda clase y un pastel con frutas confitadas. Todo regado con vinos del Priorat y cava del Penedés. El mismo día de la cena, cayó en la cuenta de que su viejo amigo - no recordaba demasiado bien el porqué - tenía que tener mucho cuidado con lo que comía y que seguramente nada de lo que había preparado con tanto cuidado le iría bien. Le telefoneó enseguida explicándole lo que pasaba, y le dijo que lo sentía mucho, que más valía que no fuera a la cena y que ya le avisaría cuando celebrara otra.
VERDURA Y PESCADO A LA PLANCHA
Hubo otro hombre de la misma ciudad que se encontró en la misma situación. También había preparado una cena espléndida para sus amigos y había invitado a un viejo conocido de todos con el que se había encontrado un par de días antes. La misma tarde de la cena, otro de los invitados le hizo caer en la cuenta de que, por si no se acordaba, el viejo amigo no podía comer de todo. El hombre, que se había olvidado de ello, corrió a telefonear a su amigo para preguntarle si aún tenía el mismo problema y para decirle que no se preocupara, que fuera de todos modos, ya que él le prepararía un plato de verdura y pescado a la plancha.

UN MENÚ PARA TODOS
Curiosamente, un tercer hombre de la misma ciudad, también muy respetado, se encontró con un caso idéntico. Cuando ya lo tenía prácticamente todo a punto, se acordó de que aquel a quien había invitado a última hora tenía que seguir una dieta muy estricta. Entonces cambió el menú deprisa y corriendo: seleccionó algunos entrantes que también podía comer su viejo amigo, guardó los guisos en el congelador para otra ocasión e improvisó un segundo plato, también espléndido, pero que todo el mundo podía comer; también retocó el pastel, y en vez de fruta confitada le puso fruta natural. Llegada la hora de la cena, todos juntos comieron de los mismos platos que el anfitrión les ofreció.

¿Cuál de estos tres comensales de última hora se debió de sentir más incluido en la cena con sus viejos amigos y conocidos? Una escuela selectiva sólo quiere a aquellos discípulos que pueden comer el menú que tiene preparado de antemano: un currículum prefijado. En cambio, una escuela inclusiva es muy diferente. Ni siquiera se conforma con preparar un menú especial -un currículum adaptado - para un estudiante que tiene problemas para comer el menú general, es decir, el currículum ordinario, general. Una escuela inclusiva es aquella que adecua el menú general para que todo el mundo pueda comerlo, para que sea un currículum común.

En una escuela inclusiva, detrás de cómo y de qué se enseña hay unos determinados valores que configuran una forma muy determinada de vivir.

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