Seguro que muchas veces hemos sido espectadores o sufridores del castigo físico leve. Esta escena se ha perpetuado en nuestra retina cuando traemos a la memoria la educación que hemos recibido desde pequeños en casa. Al cabo del tiempo, la cultura del cachete o la bofetada a tiempo se antoja un tanto antipedagógica y cobra tintes que poco valor terapeútico le otorgan a la labor educadora de los padres. Sin embargo, parece ser que ésta sigue siendo la tónica de algunos padres, que desahogan su impotencia educadora mediante el castigo físico leve. Afortunadamente, hoy sabemos que estos métodos son poco eficaces y que generan más problemas de los que intenta solventar.
Os invito a leer una noticia a este respecto aparecida en el diario El País (17/11/2010) y a continuación relaciono cuáles, según psicólogos, sociólogos, educadores y pedagogos, son las posibles soluciones o alternativas al castigo físico:
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Os invito a leer una noticia a este respecto aparecida en el diario El País (17/11/2010) y a continuación relaciono cuáles, según psicólogos, sociólogos, educadores y pedagogos, son las posibles soluciones o alternativas al castigo físico:
- El diálogo. Aunque pueda antojarse inútil, es importante empezar a explicar las decisiones que se toman a los niños desde que son pequeños, aunque tengan siete u ocho años, para ir poniendo los cimientos de una relación de diálogo, dice el pedagogo Joan Josep Sarrado.
- La firmeza. Es mucho más interesante decir las cosas con firmeza que gritando, dice Aguado.
- El castigo. El castigo debe estar pegado a la acción, no esperar, y debe ser contundente desde el principio; castigar si se decide castigar sin amenazar durante mucho tiempo, añade Aguado. Además, debe ser ajustado y mantenerse a pesar de la presión del hijo, apunta Joan Josep Sarrado. Puede ser desde mandarle de cara a la pared o a otra habitación, hasta privarle de la tele o de un juguete.
- La atención. Los padres deben procurar dedicarle atención al niño cuando haga las cosas bien, no solo cuando las haga mal. Hay que saber ignorar algunos comportamientos con los que el menor solo quiere llamar la atención, dice el psicólogo Manuel Gámez.